Te necesito, urgentemente.
Necesito tu risa contagiosa, tu alegría. Tu extraña manera
de alegrar mi mundo. Necesito que mi insomnio vuelva a pelearse con tus madrugones y que
me lo aguantes porque son horas de terapia compartida. Y porque yo lo valgo. Y que el agua se
congele por la mañana y que no me creas cuando te digo que esa maldita ducha me tiene manía.
Y acojonarte por desaparecer incomunicada durante horas. Aunque no me haya movido de tu casa.
Necesito esa carretera de curvas donde quedé afónica de reir a carcajadas. Donde nunca he sido más yo.
Necesito mirarte y saber que no tengo que decirte eso que
pienso. Y levantar los pies del suelo. Y que todo fluya. Porque no hace falta
nada más.
Y perder el norte (o el sur). Y encontrar esa ventana
abierta.
Como desde hace años.
0 Dimes y diretes
Un lugar donde la palabra de cualquiera tenía importancia