Quiero despertar una mañana y que nada de esto esté pasando.
Quiero despertar en mi cama, tranquila, con los bigotes del gato acariciando mi
hombro porque es la hora de su comida.
Quiero no sentir dolor ni que se me llenen los ojos de
lágrimas a solas cuando pienso en todo.
Quiero tener la mente en blanco por unos días. Apagar el
interruptor. Ponerme en modo avión.
Quiero que no duela.
Quiero que no te duela.
Quiero que no duela.
Quiero que no te duela.
Quiero dejar de echar de menos, dejar de necesitar cosas.
Quiero querer lo que puede ser y no este nudo en el estómago.
Quiero quererme como nunca he sabido hacer. Quiero que no me
duelan las cosas de la manera que lo hacen.
Quiero no sentir que cualquier persona, sin mí, está mejor.
Quiero ser yo y que me da igual no caerle bien a nadie.
Quiero no sentir que fallo constantemente.
Quiero no sentir que cualquier persona, sin mí, está mejor.
Quiero ser yo y que me da igual no caerle bien a nadie.
Quiero no sentir que fallo constantemente.
Quiero reír hasta caer rendida.
Quiero no tener dudas.
Quiero bailar. O hacer una maratón de televisión tirada en
el sofá, sin remordimientos. Quiero preocuparme por la ropa, la compra, los
muebles o el ruido del vecino.
Quiero mi vida.
Quiero cada fragmento que siento que he perdido. O que me he perdido.
Quiero cada fragmento que siento que he perdido. O que me he perdido.
Quiero no recordar esas palabras, o los
silencios. Quiero cerrar los ojos y no ver esos gestos.
Quiero verte como antes.
Quiero verte como antes.
Lo quiero todo. Pero no puede ser. He ahí donde está la
gracia de la historia.