Parece que se paró la vida. Pero no. Días negros, días
grises, días con más luz… al final, todo un compendio de horas que construyen
este puzzle que comienza a tomar forma. Aunque yo todavía no la vea.
Miro las piezas a ver si puedo ir sacando algo más o menos
claro. Todavía no mucho, pero en algunas voy viendo un poco. Aprendí que el
luchar por no caerse pasará factura, pero se ha convertido en mi único
objetivo. Que quererse es un trabajo a vida completa. Y todavía soy becaria.
Que quererte da para otra vida de aventuras. Pero que ambas cosas no deben
superponerse.
Aprendí que no se puede perder la voz propia, aunque pienses
que haces un bien. Que los silencios solo llevan a más silencios, a más
distancia, a más vacío. Que un vacío no lo llenan las palabras pero que éstas sí
ayudan a pasarlo por las intenciones que en ellas se guardan. Aunque esto solo suceda
por tiempo limitado.
Que mi camino no sé a dónde va, que antes veía la vida clara
y que esas piezas todavía no han aparecido. Que no me asusta decir que tengo
miedo.
Que echar de menos no está sobrevalorado.
Aprendí que he de aprender a respetarme, valorarme y
perdonarme. Sin fecha límite. Sin letra pequeña.
Y de todo, aprendí. O
aprendo. O todo, O nada. Según el momento.