Bajar la guardia
La vida a prisas. Ensimismados en la carrera sin disfrutar
del paisaje. Sumergidos en nuestros propios planes. Una vida en solitario,
aunque rodeados de gente. Así pasan las horas, los días, los meses… la vida. La
conciencia adormecida que, de vez en cuando, nos reclama un poco de atención.
Nos avisa, nos cuida de caer en nuestras propias trampas, en nuestros propios
miedos, en nuestros propios abismos. Bajamos la guardia.
Pero conseguimos esquivar ese piloto rojo. Nos acostumbramos
a su luz, nos auto engañamos con el tiempo. Y es que siempre tenemos tiempo. Tiempo
para parar, para mirar, para arreglar. Para compensar. Pero ¿y para entender que
no todo nos espera eternamente?
Que el tiempo es ahora, que la vida cambia, las personas
evolucionan, los intereses varían y que lo que abandonamos lo perdemos, que
vivir se pasa deprisa y no a prisas. Planes, planes y más planes, pero, ¿dónde
queda el alma? ¿Dónde quedan esos momentos en los que provocar una sonrisa a
distancia? ¿Dónde queda la complicidad más allá de las horas? ¿Ese combustible
para que todo siga marchando? ¿Dónde quedo yo?
Cansada de preguntas sin respuestas. De que la razón prevalezca
sobre mis ansias de vida. Solo se trata de eso. De vivir. De tener un motivo
para seguir adelante. De provocar un respiro en la carrera. La carrera es
obligatoria, el estilo lo marcamos nosotros. Cada día. Sin excusas.
0 Dimes y diretes
Un lugar donde la palabra de cualquiera tenía importancia