Nueve años.
Y ningún día sin pensarte, sin extrañarte, sin necesitarte.
Nueve años
Desde que mayo cambió irremediablemente. Se volvió gris y
poco después se tiñó de negro para siempre. No me lo creo. Todavía no puedo.
Nueve años de ese momento en el que me “echaban” de casa con
una burda excusa. Pero con el tiempo comprendí que, aunque no podías decir nada,
tú lo habrías querido así. Siempre protegiéndome. Siempre dejándome claro que
la palabra papá para mí se pronunciaba de otra forma, pero que tenía uno. Uno
que valía por 10. Uno que mataba por mí y que lo hizo hasta el final de sus fuerzas.
Que nunca un quinto puesto se llevó con tanto orgullo como
yo llevo el mío. Ojo, seré la quinta pero nunca la número cinco… que eso me lo
enseñaste bien.
Nueve años y cada día intentando honrar todo cuanto me
diste, que no es poco. Y, aunque sigo peleando por estar a la altura, si cierro
los ojos puedo ver tu mirada, puedo escucharte diciéndome “Aracelita hija…” Y
no sabes lo que daría por tenerte en estos momentos cerquita. Por escucharte de
noche y sentirme en casa. Porque siempre has sido mi ancla, mi camino correcto.
Ese que ahora mismo tengo un poco perdido.
Nueve. El número que marca mi vida. Vida que hoy daría por
no tener señalado este día en el calendario.
Nueve años y sigo rompiéndome en mil pedazos cada vez que
llega esta fecha.
Pero tranquilo, hoy tampoco lloro, que sé que no te gusta.
0 Dimes y diretes
Un lugar donde la palabra de cualquiera tenía importancia