Desubicada
Deambular por una ciudad conocida que hoy parece tan
distinta.
Mirar sin ver.
La luz a través de las gotas, esas que furiosas,
irreverentes, implacables, apresuradas.
Respirar y no sentir.
Hoy no se trata de nada más que de resistir. Aun sin
fuerzas, aun con miedo, aun en contra de todo lo que desearías que fuera.
Agarrarte a tu razón primaria para seguir adelante. Confiar
en ti, en tus tripas, en que es lo correcto. En tu lucha. En que el beneficio
puede ser mayor que el coste.
Apostar. Jugártelo todo a una carta que ni siquiera sabes si
está en la baraja. Pero que deseas sobre todas las cosas.
Normalidad, tranquilidad, confianza, sin dobleces, sin
excusas, sin más. Intentar dejar de pensar, intentar aplacar la rabia de no
entender por qué hay que disfrazarse para intentar, para ser, para… ¿saber? La
tranquilidad de no tener recovecos. El agotamiento de tener que demostrarlo, de
sentirte examinada, el dolor constante que provoca. La tristeza que ahoga implacable.
Fuera de ámbito, enmascarado en un momento deseado, un auto
regalo… tan cerca, tan lejos, tan sola. Rodeada de artículos deseables, que no
te valen nada.
Echar de menos. Todo. Nada. Tu sitio. Tu hogar. Tu todo.
Desubicada.
0 Dimes y diretes
Un lugar donde la palabra de cualquiera tenía importancia