Viento que todo lo puedes

by - noviembre 01, 2008

Susurra el vientro tras mi ventana, me pregunta al oído qué fue de los niños que antes jugueteaban bajo mi casa. Me dice que crecieron, que muchos de ellos ya apenas son capaces de recordar cómo les gustaba constiparse si con ello disfrutaban un ratito más de tu presencia.

Cómo hemos cambiado -dije yo-, pero seguro que adoran tu presencia igual o más que antes, sólo que cambiaron su pelota de fútbol por un coche hacia su trabajo y las muñecas de trapo por un tacón para pisar con fuerzas.

El se fue, cabizbajo, no estaba demasiado convencido y con su nostalgia voleteaba sobre la plazuela de sus amores. Fue entonces cuando escuchó de los labios de uno de sus pequeñines crecidos: "Necesito que me de algo de aire fresco". Corrió a su lado a consolar esa petición y la cara de su niño dijo más que mil palabras. Con un sólo gesto su ánimo había cambiado por completo. Fue entonces cuando volvió a mi ventana, me habló de los nuevos niños, de que las cosas no son blancas o negras, me recordó todas las profesiones que desde pequeños soñabamos y se enurgulleció de lo que ahora éramos.

Al fin y al cabo, aunque de pequeños quisieramos astranautos, bomberos o pilotos. Lo importante es que somos.

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